miércoles, 9 de noviembre de 2011

Algunas consideraciones sobre el texto El desnutrido escolar.

Lic. María del Carmen Furnari
La autora, Inés Cristina Rosbaco a través de su investigación, se interroga acerca de la importancia en la constitución del psiquismo y del pensamiento en niños provenientes de sectores sociales carenciados y su impacto en las prácticas educativas.
Nos dice que el “fracaso escolar” reviste características diferentes en cada sujeto y en cada grupo social según la coyuntura histórico-social en que acontezca.

La escuela, como institución que subjetiva, cumple una función estructurante en la constitución social del sujeto, es por esto que cuando un niño fracasa en sus aprendizajes, no sólo se comprometen sus aspectos cognitivos sino que resultan desfavorecidos y obturados todos los procesos de constitución psíquica.
Advierte también sobre la estrecha vinculación entre las condiciones sociales en contextos vulnerables y la desestructuración de las funciones simbólicas. En este sentido señala como el ejercicio fallido de las funciones materna y paterna, inciden en la estructuración de la subjetividad del niño y en el posicionamiento en relación con los aprendizajes.

Esta realidad lo condiciona, a la pérdida tanto del deseo como a la disponibilidad libidinal para la construcción de conocimientos, quedando el niño por fuera de las relaciones de producción y de la cadena de significantes culturales, que en situación de riesgo, lo conducen al fracaso escolar.
Propone el concepto de “desnutrido escolar” (o pobres estructurales), para explicar los obstáculos que se producen en los aprendizajes de los niños que viven en estos contextos críticos, de extrema pobreza y cultura marginal, sometidos a una violencia simbólica permanente.

En la franja de pobres estructurales, el fracaso escolar adquiere características singulares, puesto que el niño puede quedar tan desvastado como sujeto, que, más que “reaccionar” sucumbe ante el exceso de violencia secundaria.
Esta, puede ser provocada, a veces, por determinadas formas de ejercer la función docente porque a través del lenguaje y de la normativa institucional, como aspectos más relevantes se entromete en el psiquismo en constitución del niño, estructurándolo.
Pero si la violencia es excesiva, puede cobrar un carácter desestructurante de todos los procesos psíq1uicos que en el sujeto se vienen realizando, produciendo “desnutridos escolares”.
Al decir de la autora, “el desnutrido escolar” al no poder defenderse, se posiciona pasivamente, enfrentado a su propia impotencia, a su propio fracaso que ni si quiera comprende. Las inhibiciones cognitivas de estos niños no obedecen a transacciones pulsionales con conflictos intrapsíquicos, características éstas que pertenecen a los síntomas, sino que más bien parece tratarse de inhibiciones con un histórico empobrecimiento intelectual.
En este sentido, la escuela en su papel de primer organizador social tiene la función relevante de generar dispositivos pedagógicos que permita a estos niños, resignificar el espacio de aprendizaje como un espacio del que pueden apropiarse, necesario para el despliegue de la curiosidad y el deseo de aprender.

Para finalizar, Rosbaco destaca la categoría de “Desnutrido escolar” como una de las formas del fracaso escolar en que los sistemas de pensamiento del niño hacen “cortocircuito” con ciertas modalidades del ejercicio docente y nos posibilita reflexionar sobre esta temática a partir de algunos interrogantes que ayudaron a la concreción de la investigación

¿Cuáles son los mecanismos subjetivos y objetivos para que un niño socialmente carenciado no aprenda?

¿Cuáles son las funciones y operaciones psíquicas que posibilitan la instalación del proceso secundario?

¿Cómo se articulan las funciones materna y paterna con el aprendizaje singular de cada niño?

¿Cómo incide la violencia secundaria necesaria en aras de la constitución de un sujeto social con relación a la construcción del conocimiento y de la subjetividad?

¿Qué consecuencias psíquicas acarrea el no aprender?

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