lunes, 14 de noviembre de 2011

DES-ENSEÑAR Pobreza, Exclusión y Expulsión Educativa

Efectos de la Desubjetivación y la Fragmentación Social en contextos de pobreza, exclusión y marginalidad                                                      
Mario Fiedotin (1) 

“...Creo que toda ruptura conceptual consiste en transformar,  es decir, en reformar una relación acreditada, autorizada entre una palabra y un concepto, entre un tropo y lo que se tenía interés en considerar como un indesplazable sentido primitivo, propio, literal o corriente.”( Jacques Derrida “El tiempo de una Tesis” Proyecto A Ediciones  Barcelona 1997)

El problema de la exclusión social  
Aunque se declara la importancia de la educación  en la sociedad del conocimiento, los mecanismos que permiten la inclusión y  el acceso a las  oportunidades que facilitan la apropiación de los bienes culturales, están cada vez más restringidos  y determinados por la previa alfabetización instrumental. 
La complejidad de los procesos sociales en permanente transformación y su impacto en la  en la  educación y en la formación profesional de los psicopedagogos/as en particular van a la par con la aparición de roles desconocidos hasta el presente. Se requieren nuevos modelos de intervención para dar respuestas a grupos en riesgo social, ya sea en su  re-orientación socioeducativa y laboral como frente a fenómenos  de exclusión. El campo disciplinar de la psicopedagogía está mutando aceleradamente, sin que sus profesionales alcancen a dimensionar el trayecto y sus implicancias en relación a los modos de  intervención previamente conocidos.
¿Es posible  articular el avance científico y cultural de los procesos de alfabetización que se ofrecen de modo restringido a quienes acceden a las tecnologías de la información y la comunicación, y soslayar la diversidad sociocultural y la desintegración sociofamiliar?.¿Cómo se pueden implementar  evaluaciones de la calidad de los procesos formativos, cuando el contexto priva de los más elementales derechos de acceso a grandes sectores de la comunidad? ¿Se investigan las consecuencias de los procesos sociales soslayando la posición del investigador y su pertenencia a marcos teóricos cristalizados en saberes y experiencias pasadas?  
Frente a los procesos de marginación,¿como se restituye a quienes se han refugiado en los márgenes ( las drogadicciones son un ejemplo) para  enfrentar la desintegración que a su vez realimenta la espiral de violencia sufrida y luego ejercida?.
¿Está la Psicopedagogía preparada para integrar los espacios de intervención profesional en las concepciones de la salud mental comunitaria y poder actuar como agente de cambio  de las nuevas condiciones sociales o bien se sostiene en el entramado de la estructura pedagógica abroquelada en la repetición de conocimientos ya impartidos?
¿La tensión que  procede de las instituciones y se despliega sobre los participantes, o se introduce en la actividad de grupos y colectivos antes no alcanzados por la deprivación, puede ser sojuzgada sin que afecte las instancias subjetivas de sus miembros?
Desde ciertos enfoques teóricos se observa con claridad la dependencia de los argumentos utilizados con las concepciones ideológicas de aquellos  que disputan los espacios de poder,  desde mucho antes de la aparición de los dogmas neoliberales.
Algunos marcos reflejan la visión utilitarista (por ejemplo los pobres lo son en tanto no pueden adaptarse a las nuevas condiciones de trabajo), otros sustentan determinadas aproximaciones legalistas (no puede aceptarse que los que no tienen nada atropellen los derechos que protegen a quienes poseen los bienes o ejercen el control  de su uso). 
También están los que justifican los fenómenos diciendo que naturalmente debe ser  así,  ya  que en la historia de la humanidad siempre hubo sectores sumidos en la pobreza.
Lejos de las percepciones deterministas, no resulta difícil  comprender que  debajo de estas concepciones hay una necesidad no declarada de otorgar validez teórica a modelos que intentan justificar las consecuencias de ciertas políticas públicas como expresiones naturales de los desarrollos científicos y tecnológicos propios de las sociedades más “avanzadas”. 
También se descubre una enunciación que anula las características que inscriben los efectos de la aplicación de las citadas políticas en el entramado social e institucional.
Son las condiciones de existencia de los modelos políticos, económicos y sociales las que remiten al análisis de los criterios de construcción de las hipótesis justificativas de  las problemáticas de la pertenencia, exclusión o integración de determinados sectores de la población de una sociedad dada.
Las contradicciones son evidentes, y nunca dan cuenta de los procesos de formación, orientación y generación de oportunidades de inclusión, y la misma confusión determina a los profesionales que se supone deben resolver las cuestiones relacionadas a las problemáticas de los aprendizajes.
Es decir, se desconocen los  efectos que producen  determinadas teorías que justifican los resultados de las políticas educativas o sociales en términos de “fenómenos colaterales” 
Si queremos abordar los aportes de la psicopedagogía como facilitadora de la inclusión educativa, debemos previamente recorrer  algunos enfoques.

Inclusión y Justicia
Para cualquier sociedad tal como la historia de la civilización occidental permite conocer, el bienestar colectivo no se asienta sobre las ideas de igualdad o desigualdad, sino sobre justicia, equidad y accesibilidad.
John Rawls(2)   uno de los principales exponentes contemporáneos de la filosofía de la justicia, plantea que las sociedades modernas poseen dispositivos para construir la mayoría de los indicadores que condicionan a la opinión pública para la toma de decisiones. Se facilita o se impide la estratificación sectorial y se dificulta el acceso al conocimiento de aquellos sectores que quedaron fuera del mapa económico. De este modo, sin acceso al trabajo y a la escolarización  ¿Hasta dónde llega la injerencia de la familia y la comunidad  como agentes pedagógicos?¿De qué modo influyen los modelos de la dirigencia socio-política, y de los principales actores del imaginario social ? ¿Cuáles son los valores declamados y los aceptados por los diferentes segmentos sociales?
La respuesta a estos y otros interrogantes vinculan  las formas de inserción de los individuos y permiten prever la ocurrencia de los fenómenos reactivos. Más allá  de la conformación de las instituciones, del modo en  que operan y sus controvertidos aspectos de discrecionalidad, la cuestión central es su incidencia en las políticas públicas que regulan el acceso en un orden democrático.
Así como se asigna importancia a la historia individual de las personas, se ignora la biografía social de los núcleos familiares y la evolución o involución de sus participantes. Vale la pena insistir en que detrás de los indicadores hay personas de carne y hueso cuyas dimensiones de sufrimiento no aparecen reflejadas en las políticas que se les impone.
Para comprender este  punto es necesario establecer cual es el marco en el que se desenvuelve la noción de justicia, ya sea para establecer el limite superior de legitimidad de los dispositivos que se emplean para determinar la distribución de las fuentes de producción que generan trabajo genuino y por consecuencia  ingresos económicos como  determinar un límite inferior, debajo del cual se declara la indigencia.
Se requiere definir cómo  las circunstancias de la administración de la justicia determinan no solo  la validez o inconstitucionalidad del reparto de recursos sino principalmente cómo se establece  el límite  entre la  subsistencia y la condena a una supervivencia efímera.
No se puede afirmar que la discusión se desenvuelve sobre la amplitud de los conceptos  de  equidad, accesibilidad y / o distribución de bienes, como si la  materialidad de los hechos fuera ajena a las consecuencias que produce y también pudiera prescindir de los sujetos a los cuales apunta. 
Una de las denuncias más persistentes contra los gobiernos democráticos latinoamericanos, plantea que las modificaciones efectuadas a las normas y procedimientos judiciales solo contemplaron los aspectos ligados a los fueros comerciales y /o los vinculados a los aspectos funcionales a las grandes corporaciones multinacionales. Mientras tanto la justicia ordinaria, la que debe estar al servicio e la sociedad civil, vive aletargada, sin infraestructura ni  recursos adecuados para poder mantener un nivel mínimo de eficiencia.
Las restricciones a las libertades civiles constituyen una realidad en la mayoría de los países de la región, los mismo que la subordinación de la justicia a los poderes políticos, la feudalización de algunos sistemas de gobierno, las prácticas ilegales de las fuerzas de seguridad, la impunidad de quienes cometen actos de corrupción, la concentración de los medios de prensa, etc.
La distribución de justicia, mas que una cuestión puramente entramada en los aspectos filosóficos,  éticos y culturales  de una discusión esterilizante, se constituye en el principio a partir del cual pueden impulsarse  valores imprescindibles para cada sociedad.
El más elemental, la libertad, no pude ser considerada una utopía, sino la materialización de las nociones de derecho a la más amplia  expresión de ideas, a la organización, al pensamiento, a la crítica y al rechazo de la imposición de restricciones contrarias al desarrollo de las personas y claramente favorables a los intereses de un grupo o sector . Puede leerse de modo inequívoco la descripción de cómo actúan las dictaduras, el fascismo y los absolutismos de cualquier signo, con solo comparar el modo en que atentan contra la libertad, afirmando que lo hacen para defenderla. 
Otro valor imprescindible es la igualdad. Con ella nos referimos a la igualdad de oportunidades y la igualdad ante la ley. Es  importante defender la riqueza de la diversidad y la contribución del respeto a las diferencias para la educación. Esta línea de valores no puede estar ajena al concepto de democracia, en su cabal acepción de forma organizativa de orden político superior que permite a los ciudadanos ejercer de modo directo la participación y el control de los actos que son requeridos por sus comunidades. Admitamos que el término democracia se encuentra deformado de su sentido original y hoy alude a un sistema que permite a través de métodos sufragistas, la elección periódica de representantes que muchas veces defraudando a sus electores, se desempeñan como voceros de los sectores concentrados del poder económico. 
Pero el caleidoscopio de situaciones que  plantean las relaciones entre cómo  se conciben,  se aplican o se enmudecen  los valores en  la sociedad, compromete los encuadres en que se desenvuelve la educación. Es precisamente a través de la educación que se trata de afirmar el  dogma de la  uniformidad,  ignorando las diferencias culturales y socioeconómicas de  alumnos, familias y docentes.
Faltaría reconocer de qué modo dichas diferencias, enmarcadas por las particularidades de los diferentes actores, son causa de situaciones de malestar,  generando una multiplicidad de tensiones. Del lado de los padres, por la imposibilidad de sostener la inclusión de sus hijos en el sistema educativo, del lado de los jóvenes por la desadaptación al modelo pedagógico que la escuela propone y del lado de los docentes por la imposibilidad de cumplir con la demanda que el sistema les impone sin brindar los recursos adecuados.  
La brecha es cada día más grande y si se contempla diacrónicamente su efecto acumulativo, las carencias afectan a la unidad mínima de funcionamiento que es la  escuela, a los propios  centros de formación superior que son los encargados de preparar a los futuros trabajadores de la educación, y también a los niveles administrativos, de dirección y supervisión que conforman los engranajes de la maquinaria de los organismos gubernamentales.
Para sujetar la pertenencia, se pueden implementar varios dispositivos, que van desde la denegación de los cambios sociales interpretándolos como un efecto pasajero, hasta la insistencia en crear normas de obediencia estricta y un anunciado aumento de las sanciones para quienes no se ajusten a ellas.
Por esto mismo prevalece  la idea que no se puede transmitir la noción de justicia mientras no se sabe a ciencia cierta como transformar la realidad para que dejemos de compartir una sociedad injusta. Para ejemplificarlo basta con preguntarse que principio de justicia separa los chicos que nacen en una familia cuyos padres tienen trabajo y los chicos que viven en la calle. La desigualdad del nacimiento no será redimida por la declamada igualdad educacional para los que, por naturaleza, son igualmente educables. La consigna será  tratar de ajustar los  perfiles delineando niveles diferentes antes  que  esbozando la respuesta a la cuestión estructural.  
Aunque les sea prometido un futuro reconocimiento en  otra vida a través de la sentencia evangélica que anuncia “que los pobres de espíritu heredarán el Reino de los Cielos ”, los desventajados y desempleados, los sectores  menos favorecidos en cualquiera de las configuraciones socioeconómicas no dejan de depositar en la educación la esperanza de un cambio de posición social.
Mas allá de ciertas medidas asistencialistas, la desigualdad al interior  de los sectores periféricos  peor situados está provocando una postergación cada vez más irreversible que los aleja de los todavía precarios sistemas de ayuda de las organizaciones caritativas, en las que se sienten  tratados como culpables de su situación, con pérdida de sus  derechos en el reclamo de mejores condiciones de vida En este esquema , los niveles de desprotección frente a las contingencias en los ámbitos de  salud y educación corre en paralelo con la insensibilidad de quienes deben actuar como agentes para el cuidado y la protección de los sectores carenciados.
En este esquema, las contingencias afectan la sustentabilidad de los programas destinados a brindar ciertas prestaciones que compensen la falta de medios a quienes quedaron atrapados a merced de las fuerzas económicas que decidieron su sacrificio en aras de maximizar la ganancia , o dicho como aparece en solemne enunciación de las medidas... “la única alternativa posible frente al caos que sobrevendría de no respetar las reglas del “mercado”. 
Para estas políticas, denominadas liberales, el “mercado” constituye una condición indispensable en la administración de las políticas  de la justicia social y económica, no sólo como matriz que permitiría asignar del modo  más eficiente los  recursos disponibles, sino como medio que permite responsabilizar por su situación a los mismos que deja sin posibilidades de participar . Así manifiestan que todo lo que no es funcional a las “ leyes del mercado” restringe las libertades, ataca el régimen que permite la propiedad privada irrestricta de medios de producción y limita los derechos ciudadanos impidiendo la eventual redistribución de los excedentes, tal como lo formula “ la teoría del derrame.”acuñada  en el contexto del denominado “Consenso de Washington”.  
Todo intento de reconsiderar el modelo o reestructurar lo desestructurado, supone un ataque a los principios de igualdad y libertad aunque sea  sólo para redistribuir lo que el mercado asignó  inicuamente. Los argumentos se vuelven impotentes y favorecen la expresión a  través de las protestas callejeras y concurrentemente, la aparición de los modelos represivos 
Quienes quedan sin trabajo , es decir los trabajadores desocupados, son la contracara de los antiguos esclavos, que eran obligados a servir a  un amo. Ahora la deidad suprema es el “mercado” y  los esclavos modernos   tienen ante sí la opción de elegir el modo de evitar la muerte a través del suplicio de la supervivencia. Se violenta el derecho a la vida, a través de múltiples formas de degradación que van desde el trabajo infantil,  el abuso sexual de menores y mujeres, la prostitución infanto-juvenil, la venta y consumo  de alcohol y drogas , el comercio ilegal,  hasta la precarización total del trabajo formal presente en modelos de explotación brutales. Todo ello  confiere a los menos favorecidos -que son también los que tiene menos experiencia y formación – cada vez más escasas oportunidades de salir de esa posición.
Ahora que el paradigma de la libertad se revela como promotor de la “libertad de mercado” para aquellos que poseen el poder de fijar las reglas del juego, la mentada igualdad de oportunidades  impone nivelar, pero hacia abajo. Pero aquí queda de manifiesto que se  trata de un movimiento bi-direccional, lo cual lo conduce al callejón de los pasos perdidos. Los mismos que proclaman la mas amplia libertad de mercado son los que agitan el emblema de la reducción del Estado, que no es otra cosa que la supresión de sus capacidades para definir políticas públicas,  asignar  y controlar el gasto y efectuar vía transferencias, la redistribución de los recursos requeridos por los programas que atienden las demandas de los  más necesitados. El concepto de Estado no redistributivo  representa la concesión más extrema que  han obtenido los defensores de la neo-liberalización.
La desigualdad no se resuelve dejando de lado la cuestión de la justicia estructural, esto es,  cuanto más concentrada es la distribución  de los ingresos, más injusticia hay en lo distribuido. Y de esta situación resulta el "desconocimiento de derechos adquiridos" y la necesidad de sostener  el modelo a través  del  autoritarismo o el  totalitarismo  
Aquí se revela un  trasfondo axiológico y epistemológico, ya que la función propia del  Estado no pude quedar reducida a una supuesta neutralidad.
Un  Estado que no se  pronuncia por la verdad y la justicia  –un Estado cuyo fin es  abstenerse de intervenir – se convierte en  tolerante de las mayores injusticias. Por acción u omisión, lo mismo da, el Estado ausente condena a los más desprotegidos y  deja que el deterioro y el saqueo organizado diluya el patrimonio construido laboriosamente por  muchas generaciones, degradando en  un abrir y cerrar de ojos los valores constitutivos que respaldan la integración de los individuos al medio social.
Así el modelo neoliberal ensalza las salidas individualistas, más cercanas al sálvese quien puede del naufragio más temido, antes que a  las conductas solidarias y participativas de la comunidad, como fuerzas motoras del desarrollo colectivo y fundamento de la posición cívica frente a la cosa pública. Se reivindican las prerrogativas de núcleos o sectores para sostener su autoridad sobre lo que debe permitirse o prohibirse, sobre lo que es conveniente para todos ( eufemismo para mencionar a los pocos que se benefician) aunque resulte amenazador y extemporáneo para la mayoría.
Las cuestiones reactivas   parecerían no tener fin, aunque con  significados compartidos por quienes toman parte en el esfuerzo por otorgar valor a los aspectos mas elementales de la vida cotidiana, conformando una red  de copartícipes en el espacio y en  el tiempo, actores de principios que los sostienen aquí y ahora, en la búsqueda de una respuesta que les ha sido negada.
Desde el punto de vista macroeconómico, el llamado “círculo vicioso de la pobreza” como lo enunciara R. Nurkse  (1963) se caracteriza por la falta de capital, la ausencia de ahorro interno y la necesidad de atender necesidades básicas que impide destinar parte del PBI (Producto Bruto Interno) a la apertura de nuevas fuentes para la creación de  riqueza. Se podría romper con la subordinación a las decisiones que son impuestas  a través de políticas diseñadas por los organismos de crédito multilateral.  Sin embargo en Argentina y muchos otros países, se aplicaron a rajatabla las recetas que  impusieron  atraer prestamos del exterior, estabilizar los procesos inflacionarios de la moneda interna,  reducir drásticamente el déficit fiscal (diferencia entre lo que el Estado recauda y lo que gasta para funcionar, incluyendo las inversiones). Para lo cual  se acudió a privatizar las empresas estatales,  desregular  los mercados y ampliar el poder al sector privado, sumado a una abrupta apertura de las economías al comercio internacional, que provocó la destrucción de las industrias locales.
La deuda externa, alcanzó cifras exorbitantes, sin que se pudiera determinar el destino, la necesidad y la pertinencia de los fondos supuestamente ingresados, lo que generaba intereses de tal volumen, que se requerían nuevos prestamos para afrontar su pago. A consecuencia de ello, la situación socio-económica no cesó de empeorar y atrajo consigo una serie de cambios impensados para aquellos países que habían alcanzado cierto grado de desarrollo, como es el caso de algunas economías latinoamericanas.
El empobrecimiento produjo el traslado a las márgenes de las grandes ciudades, de muchos ciudadanos carentes de los medios tradicionales de subsistencia, ya sea por expulsión o por imposibilidad de integración a la actividad del sector privado o público. Aquí se instala la denominación de “marginales” para referirse a quienes poblaron asentamientos precarios, convertidos en villas  miserias,  favelas, rancheríos, etc.
Posteriormente la denominación pasó a aludir no solo a los que vivían  en los bordes de las ciudades sino a quienes presentaban indicadores de desintegración social, carencia de empleo estable,  ruptura del modelo  familiar clásico, bajo nivel de escolarización, desinterés por la participación ciudadana, etc. El significado de marginalidad se amplía para abarcar a todos los que quedan por fuera de las normas y valores del proyecto de desarrollo social impulsado por la modernización, y la convicción de la funcionalidad de los modelos vigentes.
José Nun(3) en un valioso aporte al tema, señala que la noción de exclusión social se origina en Europa en las décadas del sesenta y setenta  para designar a quienes deciden quedar   fuera del sistema de bienestar, renunciando a la posibilidad de integración en el dispositivo social.  A partir de los noventa , citando a Paugam(4 )“ la categoría no designa ya a grupos particulares sino a procesos susceptibles de conducir a una ruptura progresiva de los lazos sociales. 
En consecuencia el éxito de la noción de exclusión se liga en gran parte a una toma de conciencia colectiva de la amenaza que pesa sobre franjas cada vez más numerosas y mal protegidas de la población. ” 
Tal como lo afirmamos precedentemente, la exclusión social, la marginalidad, y el desempleo no pueden ser considerados meros fenómenos   coyunturales que se resuelven de modo natural y espontáneo. Por el contrario, son el efecto de políticas resultantes de relaciones de poder precisas y determinadas, que poseen responsables y formulaciones concretas.       
La marginalidad social excede la problemática de la pobreza y el desempleo, la deserción de un Estado regulador y la ausencia , después de  décadas de terror , de sólidos movimientos gremiales auténticamente volcados a la defensa de los derechos conculcados.
Se  desenvuelve generando un clima de incertidumbre, miedo al futuro percibido como sombrío y ausencia de la más elemental contención.
No cabe duda del impacto que estos cambios producen en los modos en que se estructuran las identidades individuales y colectivas, y que han sido agrupados bajo la denominación de “ Crisis del Sujeto” .Ahora las nuevas desigualdades, son vividas como un efecto más ligado a la persona que como consecuencia de medidas de orden socio-económico, tal como lo plantea R. Castel (5) (1997 )al afirmar que una de las consecuencias visibles es la ruptura de  compromisos y la pérdida de los lazos de cohesión grupal y social.
El autor señala que en la etapa industrial el conflicto giraba alrededor de las relaciones entre explotadores y explotados en una misma esfera,  mientras la situación de exclusión se presenta como ruptura. Se produce entonces una desafiliación con respecto a las instancias sociales significativas.
Las nuevas formas de soledad y marginación han producido otros efectos en el tejido social, y algunos de los sectores excluidos se han cohesionado bajo modos autoritarios esgrimiendo actitudes de intolerancia, discriminación y exacerbación de rasgos particulares, como la xenofobia.
Las nuevas formas de segmentación y diferenciación social, basadas en factores étnicos, religiosos, geográficos, culturales, etc. ha contribuido aún mas a la debilidad de los Estados para promover la integración sobre la cuestiones nacionales, y según Castells( 6 )    “  puede conducir  a la tribalización de la sociedad en comunidades  construidas en torno a identidades primarias” 
El especialista Juan Carlos Tedesco( 7  )plantea acertadamente que “... la aceptación consciente de la existencia del “otro”, del diferente, se ha convertido en el principal objetivo de las instituciones responsables del proceso de “socialización”, particularmente de la escuela.”
Sin acceso a la formación básica y universal, también se alteran otros referentes necesarios para que los sujetos puedan internalizar nociones que les permitan construir su espacio, y entonces son empujados a los límites de la desintegración social  .
Touraine( 8 ) plantea que la construcción del Sujeto requiere “ protecciones institucionales”.“En un mundo en cambio permanente e incontrolable no hay otro punto de apoyo que el esfuerzo del individuo para transformar una experiencias vividas en construcción de sí mismo como actor, Ese esfuerzo por ser un actor es lo que denomino Sujeto”
Aquí queda de manifiesto la importancia de la escuela como el espacio de construcción de la subjetividad, no solo en tanto lugar clave para el intercambio de conocimientos, sino como el lugar para confrontación de otras realidades diferentes  a las percibidas individualmente  y por último es también  ámbito donde se puede tomar contacto con normas y valores, cuya aplicación regula las relaciones de los miembros con quienes poseen  atributos de poder y autoridad. Sin duda la educabilidad tiene un impacto decisivo en  la comprensión de la dinámica de la marginación. Tedesco7   la  define como la articulación de dos tipos de factores distintos:    uno es el desarrollo cognitivo básico que se produce en los primeros años y que resulta de la estimulación, salud, alimentación y  contención afectiva adecuada. 
El otro es el proceso de socialización primaria que permite a los  niños adquirir los rudimentos de la vida fuera del ámbito familiar o su grupo sustituto, como es el caso de la escuela.
El crecimiento acelerado de la pobreza y la aparición de los “ nuevos pobres” como resultado de la reestructuración social, ha provocado la ruptura de las redes de contención y de protección que el sistema educativo podía ofrecer. Aunque pareciera disminuir su impacto, las escuelas son espacios de subsistencia mínima a través del recurso de habilitar comedores, que significativamente no reciben a los “niños de la calle” .
Más allá de las graves carencias de contencion y alimento causantes de trastornos orgánicos de carácter irreversible en la primera infancia, desde el enfoque cognitivo se debe contemplar el modo en que también se  afecta la interiorización de las conductas que introducen los vínculos sociales.
El rol central de los conflictos culturales entre diferentes grupos  sociales no ha cesado de contribuir a la complejización del problema. Esta situación, que  por sí misma afecta fundamentalmente a las familias, se refleja en el entorno escolar a través de trastornos del aprendizaje,  violencia y actitudes delictivas, y con edades de iniciación cada vez más tempranas, el consumo de drogas y sustancias ( pegamentos, solventes, etc) y sus  secuelas de  daños severos; con respuestas que fallan en su intento de ocultar lo evidente y terminan por aislar aún más a quienes lo padecen.
Así las cosas, la escuela a través de sus docentes, se encuentra en el centro  de ese campo que llamamos “construcción de la subjetividad” 
Pobreza, exclusión y expulsión
En las situaciones críticas que atraviesan los sectores sumidos en la pobreza, es necesario disponer de indicadores que permitan orientar el análisis de las situaciones, ya que presentan características muy específicas. Un trabajo de investigación (ver 9) ha demostrado que la pobreza creció significativamente en la Argentina de los últimos veinte años. 
Definida la pobreza como insuficiencia de ingresos, en el año 1980 afectaba al 6% de la población del Gran Buenos Aires, según datos oficiales. 
En el año 2001 las estadísticas señalaban más de un  35 % y en el año 2003 los indicadores mostraban un 49% de la población viviendo en la pobreza. Los guarismos son similares para el resto del país.  El incremento de la tasa de pobreza está directamente relacionada con el sensible aumento de la vulnerabilidad social desde la década del 80, y se observa tanto en la desintegración de los componentes sociales como en la precarización laboral. Este fenómeno se observó inclusive durante el período  de expansión económica de los noventa. Las cifras del año 2003 señalaban que casi el 40% de los trabajadores está trabajando informalmente, sin recibir los beneficios de la seguridad social ni poseer cobertura medica , sólo el 21% de la población tiene ocupación plena y hay un 1% que depende de empleos temporarios o “ changas ”, es decir que son subocupados con trabajo informal temporario.
Por otra parte la tasa de pobreza está fuertemente concentrada en los niños y jóvenes. En el año 200 el 47.1 % de los niños menores de 12 años vivía en familias con ingresos inferiores a la línea oficial de la pobreza. La franja etaria de los jóvenes es uno de los sectores más castigados.  De los 3.300.000 adolescentes que viven en la Argentina, el 55 por ciento lo hace bajo la línea de la pobreza y el 25 por ciento en la indigencia. Se escucha decir a los familiares “ya no sabemos qué hacer con ellos”, a los dirigentes barriales proponer  “hay que sacarlos de la calle porque están todo el día sin hacer nada”, a los líderes socio- comunitarios“si tuvieran trabajo  no saldrían a robar” Los emergentes de esta  situación se completan al conocer que la pobreza se concentra en las familias con jefes sin educación primaria y /o secundaria completa, y con mayor énfasis en las familias mas numerosas. Se ha registrado un importante aumento de los hogares monoparentales, y con alta incidencia a los que tiene por jefe a una mujer. Estos hogares fueron escenario de un empobrecimiento absoluto durante la década del 90.
 En la crisis económica desatada durante el año 2001 se produjo un altísimo incremento de la deserción escolar en los sectores empobrecidos, especialmente notable en las familias con más de cuatro miembros.
Estos fenómenos afectaron también de modo significativos a los miembros mayores, la llamada tercera edad, y quienes percibían sus magras jubilaciones, debían destinar parte de esos recursos para atender las necesidades básicas de los grupos familiares nucleados, ya que sus viviendas  pasaron a ser la sede de varias familias.
Así la pobreza, en su acepción de estado de carencia de recursos y bienes materiales y culturales, afecta de manera situacional otros procesos sociales, fracturando los vínculos de filiación, pertenencia y reconocimiento.
De modo, que para referenciar el modo en que se produjo la exclusión, algunos autores prefieren hablar de “expulsión social ” para referirse al resultado de una operación social que tiene carácter móvil y cuya consecuencia va más allá de la imposibilidad de integración .10
“La expulsión social , más que denominar un estado cristalizado por fuera, nombra un modo de constitución de lo social. ...La expulsión social produce un desexistente, un “desaparecido ” de los escenarios públicos y de intercambio. El expulsado perdió visibilidad, nombre, palabra, es una “muda vida”, porque se trata de sujetos que han perdido su visibilidad en la vida pública, porque han entrado en el universo de la indiferencia, porque transitan por una sociedad que parece no esperar nada de ellos. ”(11)
Violencia y Maltrato
La palabra violencia es una derivación lingüística de la  raíz violar . Este término posee una variedad de significados que van desde “ infringir o quebrantar la ley o precepto”,      “ forzar a una persona o cosa por medios violentos”, “ profanar un lugar sagrado” hasta “ otorgar una interpretación incorrecta sobre un tema ” 11.
La utilización de la palabra  violencia para referirse a una acto o situación  siempre está asociada a acción agresiva o contraria al orden, sustrato de hecho accidental, o expresión colectiva destinada a manifestar antagonismos. 
Hay una acepción de violencia denominada violencia simbólica que refiere los modos directos e indirectos de ejercer presión para cambiar conductas o percepciones sociales.
Es necesario reconocer que la violencia actual parece reflejar un lenguaje que expresa una falla de los procesos instituyentes en los modelos sociales instituidos. Cuando las funciones paternas y maternas están ausentes, cuando la función docente es destituída, y  cuando hay anomia de principios  sociales , entonces la violencia aparece en el lugar del lenguaje que expresa alguna respuesta posible para aquellos sujetos imposibilitados de inscribirse en relación a los otros como semejantes.En los sectores que definimos como atravesados por los procesos de expulsión social, “la violencia se presenta como el sustrato cotidiano sobre el que construyen la subjetividad niños y jóvenes.”(Duschatzky-Corea,op.cit)
Cuando la eficacia simbólica de la ley no opera, el Sujeto queda  imposibilitado de  construir al otro en tanto semejante. Para que haya otro es necesario que exista una resolución de la problemática de la terceridad, donde el tercero establece el límite, la interdicción. Es decir, el semejante como otro diferente se construye, no viene dado, a partir de la prohibición que instala la cuestión de la legalidad, prescribe y a la vez limita.
Cuando no hay registro del otro, no hay percepción del límite y tampoco se inscribe la transgresión en tanto el concepto de traspasar o borrar  una norma , requiere que la misma sea previamente impuesta y reconocida por el sujeto.
Las investigadoras citadas señalan que en los ámbitos descriptos , la violencia se presenta bajo cuatro modalidades distintas : como estallido ( en la escuela), como forma instituida  ( en los ritos de aceptación de un miembro a la banda o grupo), como componente de un acontecimiento ( las fiestas cuarteteras) o  como matriz cotidiana ( en la calle por ejemplo).   
Una consideración aparte merece la llamada “ violencia escolar” que presenta un encuadre muy preciso para el dispositivo pedagógico instituido. Sin embargo los participantes  lo describen como un modo cotidiano de vinculación entre pares o entre pares y adultos. Esta mirada no puede centrarse en la violencia como una pura cuestión de enunciación, sino que se trata de representaciones que definen creencias, vivencias, hábitos, convicciones e ideología.
Por un lado la violencia como transgresión a los determinantes y condicionantes escolares; y por otro una modalidad cotidiana que define los modos de subjetivación ( único modelo conocido) refuerzan dispositivos de control ( sanciones, retos, citaciones a los padres, etc) generando aun mayores dificultades en la inclusión en la institución escuela.
La violencia escolar revela una verdad que hace síntoma porque no se han inscripto los sistemas de prescripciones y prohibiciones que enmarcan la implicación sobre la que se constituye la legalidad. Para que haya condiciones de instauración de la Ley, debe existir una trasmisión, mas allá de la enseñanza. Transmisión entendida como aquella que es “entregada” en el contexto familiar (cualquiera sea la configuración de la familia) que le otorga la significatividad necesaria, para que el sujeto pueda manejarse en el ámbito social.
Como dicha transmisión no ha sucedido, necesariamente, cualquier representante de la Ley, queda en el lugar de la destitución ( es necesario que este allí, para ser destituido).
Si consideramos que la escuela es la organización en quien el Estado delega la función de educar, de formar a los sujetos en la lógica de las relaciones sociales, es también el espacio donde se dirime la destitución y la resistencia a las representaciones de poder y autoridad. Por lo tanto las marcas que se observan tanto en los docentes como en los alumnos no pueden ser resignificadas a partir de los modelos pedagógicos ni  psicopatológicos tradicionales. Debe tomarse en cuenta el proceso de desubjetivación como la destitución y reconstrucción en un escenario de mayor complejidad de las operaciones por las cuales se constituye el sujeto.
Como la escuela ha perdido eficacia simbólica por la destitución anteriormente mencionada  y estos sujetos no se han podido constituir en el marco de cierta legalidad como tales, el efecto que se observa es la reproducción de los modelos de exclusión en la relación entre docentes, alumnos y padres.
En una altísima proporción de casos se observan figuras parentales indefinidas y complacientes con hechos ilegales, que utilizan los resquicios legales para que la inimputabilidad de los menores los coloque a éstos en el doble rol de ser proveedores de objetos robados y a la vez protectores de los adultos convivientes.
Desde la perspectiva de cada uno de los actores implicados hay una resignificación de las fronteras entre lo permitido y lo prohibido que coloca a los docentes frente al dilema de ocultar, facilitando la retención de los alumno; o denunciar con el riesgo de impedir la continuidad del grupo en la escuela. 
En otro nivel, los ritos de iniciación son prácticas o ceremonias que implican el pasaje de un estadio a otro. Desde los albores de la humanidad se han practicado  rituales para inscribir las diferentes etapas evolutivas de individuos y grupos, frente a cambios generacionales.
Las aniversarios escolares, los desfiles, las fiestas de egresadas/os, las despedidas de solteras/os, son todas modalidades de fiestas donde se conjugan aspectos de la transmisión intergeneracional. Son costumbres de fuerte raigambre tradicionalista que se suceden de generación en generación por transmisión oral.
En cambio los ritos de iniciación son parte una secuencia donde los miembros de un grupo   
ejercen su autoridad  a través de actos de naturaleza violenta, para aceptar un nuevo miembro, que de éste modo será aceptado y reconocido si logra salir airoso de la prueba a la que se ve sometido. En el caso de los “chicos de la calle” las escenas reproducen los castigos que aplican la policía y los carceleros, incluyendo flagelaciones, violaciones y quemaduras. Los ritos anticipan situaciones futuras y preparan al iniciado para soportar lo que seguramente vendrá, ya no de la mano de sus pares sino de los que representan el negativo de la legalidad.  
Al respecto señalan Duschatzky-Corea (op.cit) :“La ley simbólica, aquella que al tiempo que reprime  también posibilita, se ha borrado para devenir sólo como amenaza y agresión: es la ley de la pura  fuerza, una ley que ya no es portadora de autoridad.”
Podría suponerse que los ritos asemejan el valor de “bautismo” a partir del cual el iniciado adquiere todos los atributos que son necesarios para ejercer la pertenencia, en la doble condición de  miembro de un grupo que lo acepta como tal y de otro “semejante”. En tanto acto de reafirmación de pertenencia, es también restitutivo de las funciones yoicas. 
De este modo es posible  diferenciarse de otros grupos cuyos miembros aún en condiciones similares, no son pares, porque los únicos aceptados como tales son los  del grupo de pertenencia. La rivalidad fraternal se revive con los miembros de otros grupos, lo cual le otorga una cohesión y aglutinamiento muy especial, ya que es necesario reafirmar con actos cotidianos la integración del pequeño grupo donde fue aceptado. 
Es importante destacar que las concepción clásica que  refiere la transgresión a las modalidades en que se desenvuelve la perversión como estructura, pierde sentido si se considera que esta subjetividad en construcción no ha podido articularse en relación a una interdicción fundante.
El espacio de la fiesta colectiva, y un ejemplo claro son las fiestas cuarteteras, permite alumbrar prácticas de inclusión y exclusión que reflejan las modalidades de constitución del “nosotros”.
La algarabía no es pura expresión de alegría despreocupada, sino por el contrario la descarga catártica de tensiones refrenadas, que canaliza reacciones de violencia como destellos en una tormenta.
Al reflejar la trama de la fiesta,  Duschatzky-Corea (op.cit) plantean que “es el territorio en el que las tensiones, el conflicto, la angustia que se deriva del incierto y fragmentado  mundo social ,se transforman para dar  paso a formas de socialidad que imprimen un modo particular de compartir la temporalidad”.
Tal encuadre no puede comprenderse por fuera del entramado que determina la condición socio-cultural de los participantes. La música y  la letra de los temas, y  la denominación de los conjuntos que la interpretan son testimonios de cómo es elaborada la desposesión y la marginalidad.  Su enunciación permite difundir una visión colectiva de situaciones particulares  que son compartidas en su expresión directa y simple y a la vez metaforizadas en una representación que evoca la euforia y el climax de  una situación desesperada.
La fiesta como espacio que posibilita la denuncia del malestar cotidiano, donde al mismo tiempo que  se desdibujan  los limites asfixiantes de la dura lucha por la supervivencia, se produce el acontecimiento destinado a posibilitar el encuentro de los fantasmas temidos.

El Sujeto y la desubjetivización
La desubjetvizacion es la consecuencia de la falla constitutiva de ese sujeto, privado de las marcas que el otro fundante debe introducir al ejercer las  funciones primordiales, que desde el psicoanálisis denominamos  función materna y paterna respectivamente. Sabemos que la función marca un espacio simbólico, no importa si quien la ejerce es el designado biológicamente.
Mientras la función materna es portadora de palabras que darán sentido a los significantes del deseo filial, se ofrece a la vez como matriz identificatoria, anticipando la capacidad del sujeto para reconocer aquello que adviene como propio, para otro. Desde su mirada, es la madre quien le dirá al sujeto que aquello que siente es hambre, sed, sueño o frío; en un vínculo que será constitutivo.
La función paterna, en cambio, habrá de introducir la Ley, y a través de la prohibición y su secuela de interdicciones, el sujeto deberá desligar su posición como objeto del deseo materno para buscar la salida exogámica.   
Cuando se produce la desarticulación  de la familia nuclear, arrastra consigo el modelo paterno-filial que se bifurca en nuevas configuraciones, llamadas familia monoparental, ensamblada, ampliada, etc.
Hay que dilucidar  cómo opera esta transformación, ya que los resultados visibles señalan la indiferenciación de las posiciones parentales, la desvalorización del lugar de hijo, sea niño / a o joven, la dilución de los lugares de responsabilidad que son asignados a los progenitores y la pérdida de autoridad de quienes han sido arrastrados por el derrumbe de la exclusión social.
Como señaláramos anteriormente, la función materna le va otorgando al sujeto distintas posiciones, que se ajustan cada vez más a la realización de su propio deseo como madre, a sostener la díada antes que a romperla. En este espacio se va construyendo el yo, en tanto proceso identificatorio permanente, destinado a investir los objetos, en tanto presente, y a interpretar el futuro, como una realidad posible.
Qué efectos produce en el yo esta cosmogonía de abandono, pérdida de identidad, incertidumbre generalizada, destrucción de los referentes vinculares, etc.?
Retomemos la teoría freudiana, cuando afirma que las principales funciones del  yo son las de autoconservación ( más allá de la frontera biológica, la superación cotidiana de las necesidades básicas de subsistencia) y las de autopreservación.   En esta última lo que se pone en juego son las cuestiones identificatorias que sostienen la imagen de sí mismo.
Cuando el sujeto al sobrellevar la vida cotidiana es conducido a la miseria, a la pérdida de sus referentes y al abandono de sus ideales,  debe romper todos los  vínculos constitutivos de esas imagos que le permitieron llegar  a reconocerse como tal.
Aquí nace esa otra violencia, la  desidentificación, la desubjetivización, como pérdida o falta de aquellos enunciados constitutivos de ese sujeto. La paradoja es dejar de ser quien es para poder seguir siendo.

Abuso Sexual y Maltrato Infantil
Las expresiones de violencia intrafamiliar, incluyendo el abuso sexual de menores y el maltrato infantil, constituyen situaciones patológicas cuya frecuencia es significativa, sin distinción de grupos sociales de pertenencia y de sexo.
Definimos  la  Violencia Intrafamiliar como aquella situación de abuso de poder o maltrato, físico o psíquico, de un miembro de la familia sobre otro. Esta amplia conceptualización abarca el Maltrato Físico (Abandono, Malos Tratos), la comisión de actos que atentan o agreden el cuerpo de la persona tales como empujones, bofetadas, golpes de puño, patadas, etc., el Psicológico o Emocional  a través de Actitudes que tienen por objeto causar temor, intimidar, y controlar las conductas, sentimientos y pensamientos de la persona a quién se está agrediendo como las descalificaciones, insultos, prohibiciones arbitrarias, mecanismos de control, etc. En particular el abuso sexual a través de la imposición de actos de carácter sexual contra la voluntad de la otra persona abarca la exposición a actividades sexuales no deseadas y  la manipulación a través de la sexualidad.
Hay también, particularmente en estratos socioeconómicos medios y altos un nivel de maltrato que se llama Económico para referir situaciones de abandono o negligencia a través de la privación de asistencia necesaria para cubrir las necesidades básicas de la persona y/o  ejercer control a través de dar o quitar recursos económicos.
En todos los casos de Violencia Intrafamiliar se comprueba la ausencia de respeto a los derechos de los más débiles. Sea que se exprese a través de  incidentes  como el chantaje o la amenaza o bien a través de insultos, castigos, aislamiento o privación de contactos con seres queridos, humillaciones o abandonos efectivos.
Los investigadores del tema, al buscar información estadística de apoyo en el sistema público de salud, pudieron comprobar que los denuncias recaían sobre los sectores más pobres. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que los hechos ocurridos en los sectores socioeconómicos de mayores ingresos (clases  media y alta) difícilmente lleguen al hospital, sino al ámbito de la consulta privada, lo que explica el supuesto de mayor incidencia en los sectores de menores recursos . Se sabe que la prevalencia es casi uniforme para ambos géneros  y que el abuso sexual no siempre puede ser incorporado a la categoría de violación.
Durante mucho tiempo, se consideró que los relatos que los niños enunciaban eran una expresión de su actividad de fantaseo. En otros momentos, las víctimas , que habían aprendido que los contactos  se premiaban con regalos , eran acusadas  por presentar actitudes  complacientes con adultos, sean familiares o amigos. Otros estudios 12 revelan que la presión física y emocional que ejerce el abusador es aún más coercitiva cuando se trata de familiares directos. Se reproduce el tan conocido efecto de culpabilizar a la víctima quien por su corta edad, es más vulnerable a las amenazas de castigo, en caso de revelar el temido secreto.
Así, la niña o el niño asume que las consecuencias de contar lo que le ocurre producirá la ruptura familiar y la pérdida de sus seres queridos, además de quedar sobrecargado con el peso de soportar la experiencia del abuso.  13  
Algunos autores definen con precisión que “ el abuso sexual ocurre en familias con disfunciones vinculares graves, severas y crónicas que se transmiten de una generación a otra”.14 
En las primeras formulaciones teóricas Freud planteaba : “... no creáis, sin embargo, que el abuso sexual cometido con niños por sus padres o parientes más próximos sea un hecho perteneciente por completo al dominio de la fantasía....De todas maneras el resultado es el mismo, y no hemos podido observar todavía diferencia alguna entre los efectos de los sucesos reales de este género y los producidos por las creaciones imaginativas infantiles”15

Problemática de las Adicciones    
Se entrecruzan en este campo desde el consumo  excesivo de alcohol, el abuso de medicamentos psicotrópicos, hasta la inhalación de sustancias diversas como pegamentos o solventes, etc. La  Organización Mundial de la Salud ha establecido una clasificación que agrupa a las sustancias en función a su tipología en alcohol, opioides, cannabinoides, sedantes o hipnóticos, cocaína, estimulantes (incluyendo la cafeína), el tabaco, los alucinógenos y los disolventes volátiles.
Pero sería un error centrarse en las sustancias (algunas “legales” como el tabaco o el alcohol) y no en el concepto de enfermedad, que se incluye en una definición más abarcativa de “Trastornos Mentales y del Comportamiento debido al consumo de sustancias psicotrópicas. Nuestra mirada no puede centrarse en la sustancia sino en la relación que el Sujeto establece con ella, los significantes asociados al consumo  y los efectos subjetivos que produce. 
En este marco hay un rango de distinción entre el uso esporádico, el consumo de  sustancias en forma regular y finalmente la dependencia como síndrome.
Nuestro objetivo desde la clínica psicopedagógica deben ser los dispositivos de  prevención de las situaciones que originan el consumo, impidiendo de este modo que un sujeto pueda desarrollar todo el potencial que sus capacidades le permiten  para mejorar su calidad de vida.
Además de identificar las razones o los motivos intencionales que empujan a un sujeto al consumo de sustancias psicoactivas, tenemos que conocer el panorama de las representaciones sociales que están vigentes en una determinada comunidad, que facilitan la emergencia de ese tipo de respuestas  frente a una crisis personal o grupal.
Aquí se juegan las influencias de los modelos inmediatistas de satisfacción, que promueven el consumo de soluciones farmacológicas o de sustancias alucinógenas para la superación de las restricciones individuales, y /o momentos de tensión y stress.   
Para comprender el  fenómeno de las adicciones debemos considerar los riesgos  relacionados a la situación personal y única del individuo, ya sean de naturaleza biológica y / o psicológica .También la disponibilidad,  que abarca la presencia y alcance de la diferentes drogas para el consumidor, más el conocimiento de las prácticas para su utilización.
Un eje importantísimo lo constituye la denominada “ tolerancia social”, que incluye las ideas dominantes en los modelos socio-culturales vigentes, la existencia de configuraciones familiares y sus esquemas de contención, más las políticas sanitarias y los riesgos legales y policiales respecto al consumo.
Las actitudes y creencias respecto al uso de drogas en cada época, permiten conocer cuales son las normas implícitas y explícitas que se aplican en su consideración como una vía de escape o como parte de un proceso patológico.
De la articulación entre los  tres elementos señalados, la propensión, la disponibilidad y la tolerancia social, surgirá el entramado que da cuenta de las posibilidades de intervención desde lo psicopedagógico.    
En  este sentido, la labor del psicopedagogo/a posee un espacio privilegiado en los procesos educativos inherentes a la construcción  y seguimiento de las redes comunitarias de apoyo para la prevención, contención y tratamiento de personas involucradas en el uso indebido de sustancias psicoactivas.
En este encuadre surge el concepto de vulnerabilidad como situación adversa que debe enfrentar un grupo o una comunidad, a la que le han sido restringidas sus posibilidades para establecer relaciones constructivas intrapersonales y con su entorno.
Todo grupo humano está transversalizado por un marco referencial en el que se entrecruzan creencias, valores, normas y actitudes, aunque no todas sean explícitas ni visibles.
Este marco y el sistema de representaciones que lo compone, configura para cada sujeto un modo de percibir la realidad y modela el tipo de prácticas que se consideran apropiadas para demarcar la pertenencia. Es innegable el peso de los patrones de regulación del comportamiento social, ya que determinan los niveles de aceptación y / o rechazo respecto al uso de sustancias psicoactivas. 
 Por lo tanto las estrategias de  prevención no pueden aislarse de las referencias socioculturales, de los modelos educativos y de la realidad socio-sanitaria vigente en un momento determinado. 
Rol del Psicopedagogo/a
Podemos decir que la Psicopedagogía esta en penumbras.
Cuando utilizamos esta metáfora nos referimos a los múltiples sentidos de la palabra penumbra en tanto zona de media luz, de opacidad, donde la visión de los objetos adquiere carácter nebuloso, algunas veces turbios .Las fronteras son indefinidas lo que se explica porque en la penumbra hay confusión y pérdida de referentes. La más de las veces  la pérdida trae consigo referencias poco claras.
Pero la penumbra es también la oportunidad para comenzar a definir lo indefinido, aunque muchos confundan la oportunidad con oportunismo y la indefinición con indiferencia.
Sin percibir que  lo no definido está  a mitad de camino entre la oscuridad y la soledad del aislamiento, el olvido y porque no el desencanto.
Aclarar lo que esta oscurecido implica un camino hacia la luz, y no puede recorrerse sin construir uno nuevo con pilares científicos más firmes, y  sólo será posible gracias a la investigación.¿Cómo comprender el presente sin mirar hacia el pasado y analizar las situaciones heredadas de la propia conformación disciplinaria. La distorsión de la psicopedagogía penetra capilarmente en el sistema escolar. Hay ejes y núcleos disciplinarios que se entrecruzan y logran algunas articulaciones, pero todas ellas sin dejar de respetar y reverencian a los padres fundadores la neurobiología y el psicoanálisis. Así se fuerzan los marcos teóricos  para redifinir espacios conceptuales inexistentes en lo interdisciplinario, al solo efecto de establecer diagnósticos que remiten a patologías enunciadas en sus términos pero vacías de contenido (véase por ejemplo la causal  “ trastornos emocionales”  para justificar los trastornos del aprendizaje).
También a falta de desarrollos más originales, las distintas vertientes se limitaron a copiar nombres de otras disciplinas para agregarlas al patronímico de la actividad principal.
Así surgieron la psicopedagogía infantil, institucional ,laboral, etc., etc.La reflexión que sobreviene es si podemos deslindar un campo específico que se distingue claramente del conjunto de otros campos de intervención, teniendo como telón de fondo una posición crítica respecto a las teorías y los instrumentos utilizados por éstas. El ejemplo más claro lo constituyen las pruebas psicométricas. Basta ver que las principales contribuciones teóricas están fuertemente asociadas al espacio del pragmatismo evaluacionista, lejos de toda crítica a sus supuestos fundantes.  La idea del ave Fénix que renace de las cenizas, emerge como una fantasmogonía aunque sea sólo a través de algunas secretas expectativas tibiamente enunciadas en foros y congresos. De hecho los cuestionamientos que le negaban su status disciplinario se desvanecieron con la sola presencia de un número significativo de graduados. Se escuchan algunas voces que plantean que la Psicopedagogía debe ser considerada multidisciplinaria por el hecho de atender los aspectos relacionados con la estructuración subjetiva, la inserción institucional de los componentes que operan en el sistema educativo, la matriz social del desarrollo, los procesos de innovación y las nuevas tecnologías del conocimiento. Pero si no es capaz de dar cuenta de los entrecruzamientos  sociales, está destinada a ser puramente especulativa.



1. Profesor Titular de la Cátedra Psicopatología del Desarrollo -Facultad de Ciencias Sociales-Universidad Nacional de Lomas de Zamora-Ex Director del Curso de Postgrado en Psicopedagogía Clínica-(FCS-UNLZ)
2. Nurkse Ragnar : “Problems of Capital Formation in development countries ” (2003)Blackwell-London
3.- Nun José. : “Marginalidad y Exclusión Social ” ( 2001) Fondo de Cultura Económica-Buenos Aires
4.- Paugam Serge “ L´exclusion : l´etat des saviors (1996) .La Découverte.Paris . Citado por Nun J.(op.cit) 
5 .-Castell R. : “Metamorfosis de la cuestión social. Una crónica del salariado.”(1997)Paidos. Buenos Aires,
6.- Castells M. :“ La era de la información. Economía, sociedad y cultura.”( 1997) Alianza. Madrid
7   Tedesco J.C.: “ Educar en la Sociedad del Conocimiento ”(2000) Fondo de Cultura  Económica-Buenos  Aires 
8 .-Touraine A. : “Podremos vivir juntos? Iguales y Diferentes ”(1997)Fondo de Cultura  Económica-Bs. Aires
9 .-  Gasparini L.(Director) y col. :”Características demográficas y pobreza en la Argentina” Trabajo de   
                    Investigación del Departamento de Economía de la Universidad Nacional de La Plata -2002
10  Duschatzky S y Corea C. : “ Chicos en Banda Los caminos de la subjetividad en el declive de las   instituciones. ”. Paidos. Buenos Aires-2002  
11.  Real Diccionario de la Lengua Española-(1990)Espasa Calpe –Madrid 
12 Hopper C.A. : “ Madres sobrevivientes al abuso sexual de sus niños” 1994 Ediciones Nueva Visión-Buenos Aires- 
13  Intebi I.V.: “ Abuso Sexual Infantil en las Mejores Familias”1998-Editorial Granica- Buenos Aires-

14  Miller A. : “ El saber proscripto” 1990 Tusquets Editores –Barcelona –
15 Freud S. : “ Introducción al Psicoanálisis ” (1916) Ediciones Biblioteca Nueva –2000 Madrid 

miércoles, 9 de noviembre de 2011

CUANDO LA INSTITUCIÓN EDUCATIVA SE VUELVE UN "AJENO INQUIETANTE" PARA LOS JÓVENES

ALEJANDRO KLEIN

Resumen

Este artículo se propone plantear algunas dificultades que surgen en la posibilidad de algunos jóvenes de poder integrarse al sistema educativo, transformándose en "estudiantes". Enfoco la denominación de "estudiante" a una operatoria subjetiva- institucional compleja que requiere procesos cognitivos y emocionales específicos, facilitados u obstaculizados por el contexto socio-cultural. En este sentido se desarrolla la hipótesis de estos obstáculos están especialmente presentes desde el neoliberalismo. Una de las características del mismo es que impone el pasaje desde un contrato social inclusivo propio de la modernidad keynesiana a otro donde el adolescente pasa a ocupar un lugar social de exclusión. De esta manera propongo una reformulación de la problemática de la deserción estudiantil, donde destaco que más que hablar de procesos de deserción (es decir: procesos de salida desde la institución educativa) habría que señalar la imposibilidad de estos jóvenes de transformarse en estudiantes (es decir: la ausencia de procesos de entrada simbólicos a la institución educativa). Desde aquí relaciono estas hipótesis a procesos de vulnerabilidad que en realidad alcanzan un abanico más amplio de situaciones.

Palabras clave: institución educativa, deserción estudiantil, vulnerabilidad


De parte de los educadores se generan así condiciones crónicas de agobio y fatiga y por parte de la institución una sensación de exceso por la cual se debilita la estructura de acogida a los jóvenes… Un efecto es que institucionalmente pasa a prevalecer un sentimiento de desborde, de incomprensión, de hartazgo. Desde aquí se arma un funcionamiento institucional tal, que pasa a predominar lo instituido-metonímico sobre lo instituyente-metafórico, retomando la distinción de René Kaës (1993) entre institución metonímica y metafórica.

Podría pensarse que la institución educativa va perdiendo capacidad de tolerancia, de cambio, de innovaciones, existiendo una acentuación de lo "metonímico" en detrimento de aspectos metafóricos. Ya no hay contradicción entre ambos aspectos como señalaba Kaës, sino anulación de un aspecto en detrimento del otro.

Aquellos valores educativos tradicionales como transmisión de conocimientos, consolidación de ciudadanía, inclusión, racionalización y autocrítica, se hacen cada vez más difíciles de sostener (Lewkowicz, 2004). De esta manera la institución educativa pasa a estar aquejada de una dolencia de basamentos que le hace "temer" permanentemente y encuentra su resguardo en "eliminar" todo lo que sea extraño o transgresivo. O sea, cada vez se puede tolerar menos lo adolescente de los adolescentes.
Al mismo tiempo muchos profesores presentan dificultad en poder encontrar un sentido y una justificación en la transmisión de los valores educativos. A esto se une el hecho de que muchos jóvenes reclaman de sus docentes antes que una actividad educativa el poder sostener con ellos confrontación generacional (Winnicott, 1972), función que estimo de primera necesidad para el crecimiento de los jóvenes (Klein, 2004). De allí que me pregunto si parte de las dificultades y quejas que los profesores y las directoras tienen de sus alumnos, no pasará porque enfrentan —les guste o no— más que un vínculo educativo, otro (que en principio no les compete) de confrontación generacional. De allí que quizás éso que éstos perciben como desafío, insolencia y falta de respeto, puede ser, desde sus alumnos, una parte del proceso de crecimiento.

Trabajando con jóvenes desertores del sistema educativo percibo que difícilmente comprenden por qué han dejado de estudiar. Sólo transmiten una resignación ante esa situación expresando una cultura que no es la cultura del raciocinio, o del sentido común, de la anticipación o la planificación, sino del exabrupto, donde las cosas suceden sin que uno sepa bien por qué.

Aventuro entonces la hipótesis de que estos jóvenes no se fueron de la institución educativa: es que en realidad nunca entraron. Es decir, fueron físicamente, pero en realidad nunca entraron subjetivamente. Si estos jóvenes se pueden ir tan fácil, entonces, de la institución educativa es porque en realidad nunca entraron totalmente a la misma en condición de "estudiantes".
Estamos ante una adolescencia ajena a lo que P. Aulagnier (1991) llamaba la anticipación del porvenir o la construcción del futuro. Es una construcción de lo adolescente que se construye y reconstruye permanentemente dentro de un ciclo agotador (Klein, 2006).

Entonces prevalece esta situación: ya no queda claro que lo que tiene que hacer una persona joven es estudiar. Sugiero considerar que lo que algunos profesores toman como dificultades de aprendizaje, o falta de voluntad, refleja a mi entender fragilidad del lazo social (Klein, 2006). Una expresión es que estos jóvenes pueden estar y pueden no estar en la institución educativa. Muchas veces es lo mismo. Pero tal vez "fragilidad" sea una palabra que no describa suficientemente bien, lo que parece ser, por momentos, más bien ausencia de lazo social. Con todo lo que esto implica nivel subjetivo, la cotidianeidad, el futuro y los vínculos... De esta manera se hecha de menos un sentido de continuidad existencial, de self integrado, y de confianza básica.

Cuando se trabaja con estos jóvenes se ve que no es que "estén en otra" como despectivamente se dice, ni que sea lo mismo que estén o no estudiando, como irresponsablemente se dice. Hay una inmensa carga de culpa y de agobio con respecto al hecho de no estar dentro de la institución educativa, lo que es un estigma muy fuerte. No es que sean "irresponsables", ni que mantengan esa famosa distancia que se preconiza que el joven instala con el mundo adulto. Se trata no de un problema educativo, sino de un problema de forma de construcción de subjetividad en nuestra sociedad hoy. Tampoco tiene que ver con el "desencanto", porque los jóvenes no transmiten que están decepcionados con la institución educativa, sino que lo que sucede es que no saben como "entrar", no saben donde están las rendijas para tal fin.

Para un joven de clase media sólida la "rendija" de entrada está en cumplir un horario, estudiar lecciones, e intervenir en clase y no pasarse de la "raya" evitando suspensiones. Esa es la regla, la que se conoce y acata. Pero para estos muchachos (de clase media empobrecida o carentes) la regla no está a su disponibilidad. De ahí que no pueden apuntalarse (Bernard, 1991) en la institución educativa porque no ofrece base de sostén para nuevos tipos de construcción de subjetividad que se vienen dando desde el neoliberalismo (Klein, 2006). Una de sus características es la pérdida del júbilo de crecer, instalándose en su lugar una sensación crónica de agobio y pérdida.

Creo entonces que el tema de la exclusión estudiantil está mal planteado. No hay exclusión, porque de cierta manera como ya señalé, no hay inclusión efectiva. Reitero algo que me parece fundamental: lo que estamos viendo en el material clínico es que los adolescentes no reniegan ni rechazan la institución educativa, por el contrario, para ellos sigue siendo un lugar importante. Es decir, el adolescente va al local de estudios, ocupa un lugar, pero ya no sabe ni puede cumplir con los rituales que lo transformen en alumno. De esta manera no puede incorporar las tareas subjetivas que implican poder concentrarse, sentarse, estudiar. Al mismo tiempo lo que falla en esta tarea de convertirse en estudiante es que muchas veces sienten que no tiene ningún sentido lo que hacen.

Quisiera destacar que junto a estos fenómenos surge una acentuación de exigencias desde la institución liceal: cada vez más materias, más horas de estar sentados, más necesidad de concentración intelectual y estándares cada vez más inalcanzables... En la medida que la institución educativa siente que está fallando, que sufre un malestar institucional, creo que robustece más sus mecanismos internos de exigencia, redoblando de cualquier manera su propia vulnerabilidad. Situación correlativa a la exigencia cada vez mayor que se constata en el mercado laboral (Castel, 1997). Cuanto menos trabajo existe, más se amplían los requisitos de ingreso al mismo, con lo que la institución educativa aumenta aún más los suyos, generándose una cadena de retroalimentación interminable.

En la medida en que la institución educativa no puede admitir y sostener adolescentes dentro de su espacio, si no se convierten en estudiantes los expulsa. Pero cuando son expulsados de la institución educativa tampoco pueden ingresar al mercado laboral, lo que lleva a un incremento de los adolescentes en situación de calle, es decir jóvenes que ya no están en ningún lugar.

Como ya indiqué, lo que transmiten los profesores y los directores es que la institución está desbordada, pero al mismo tiempo creo que está vacía. El vacío lo ubico en esta dificultad en generar espacios de recepción. Quiere decir que la lógica institucional es que antes de cualquier integración al sistema educativo ya hay expulsión del mismo. O mejor: no hay entrada.

Hay que señalar que de parte de los adolescentes no saber como entrar o como permanecer en la institución educativa, no deja de tener consecuencias que pueden llegar a ser graves. En mi trabajo con jóvenes percibo una sensación de insatisfacción entre lo que se debería haber hecho desde el ideal de estudiante y del estudio y lo que efectivamente se puede hacer, que muchas veces se cursa por medio de una ansiedad vaga y difusa. Sumidos en la comparación entre lo que deberían hacer (estudiar) y lo que efectivamente hacen (ser "desertores") y atrapados dentro de una estructura mental y social de comparación que los denigra, ya no hay jubilo adolescente ni lo puede haber. Hay aquí un punto de extrema vulnerabilidad: jóvenes cada vez más tristes o cada vez más furiosos o cada vez más sintiendo algo que no pueden describir. Lo que aparece- y que me preocupa cada vez más-son estructuras de vacío, de nada, de desmantelamiento psíquico. Por eso entiendo que hablar de vulnerabilidad social como si las condiciones psíquicas no se modificaran es una falacia que me llama la atención. La vulnerabilidad es una y al mismo tiempo: social, económica y psíquica.

Pero vulnerabilidad no es sólo no poder entrar al institución educativa, lo es también integrarse al mismo a través de la hiper-adaptación. Punto que tampoco se toma en cuenta al tender a enfocar la vulnerabilidad sólo desde el menos (y la carencia) y no teniendo en cuenta que la misma también se expresa a través del exceso y la super-exigencia.
Se une a esto un sentido del mandato. Como me decía una joven: "Si los profesores mandan estudiar, estudio pero no participo en clase, pienso en otra cosa..." O sea, si se estudia es porque hay mandato de estudiar. El estudio ya no es una decisión personal o autónoma. Tiene que haber entonces una presencia permanente que se ha vuelto imprescindible. Esto lo he visto mucho en clínica, los muchachos no estudian si no están la madre o el padre presentes.

Esta falta de iniciativa revela antes que nada, creo, la falta de un espacio interno que de cuenta del poder estudiar al no haber introyección del "estudio" como parte del mundo mental mismo. Estudiar aparece siempre como un espacio externo, vinculado al mundo adulto y las reglas. El estudio, como todo lo que tenga que ver con institutos sociales, está siempre afuera sin que se pueda internalizar.
Y más aún, creo que es la institución educativa misma la que no se puede internalizar. Por eso cuando estos jóvenes se van de la institución educativa la misma se termina. No hay supervivencia de la institución educativa, si no es adentro del institución educativa. Es el punto en que la institución educativa arma su espacio de eficacia pasando a funcionar con características de internado, es decir, características de vigilancia y atención permanente. Se siente, y con no poca razón, que hay que exacerbar el "adentro" de la institución educativa lo máximo posible.
Son instituciones educativas de mil materias, con corrección de deberes incluidos, dentro de un panóptico inagotable y que sin embargo parece -desde esta situación- inevitable. En este sentido conservan el rótulo de institución educativa por una operatoria anacrónica, pero son otra cosa, desde el momento en que entendieron que la eficacia educativa se une a la presencia permanente.
No digo que esta situación esté ni bien ni mal. Pero sin duda tiene un efecto de estructura. Pero tengamos en cuenta otro factor de vulnerabilidad, no de aquéllos que no "entran" al institución educativa, sino de los que repiten crónicamente el año escolar. Como una forma terrorífica de la compulsión a la repetición, observo que muchos jóvenes se conducen desde un mensaje horrendo: "estoy condenado a repetir". Entonces el tema no es sólo la repetición estudiantil, sino una subjetividad que se instituye a través de la "condena" como un enunciado severo y dogmático (que sin duda se relaciona a formas prevalentes de un Superyo-Sádico —Klein,1997 a y b—) que no permite ningún tipo de conflicto o discusión.

Quisiera entonces sugerir que la vulnerabilidad implica no sólo que hay instituciones educativas donde los jóvenes no se transforman en estudiantes o sufran una operatoria de hiperadaptación, sino que incluye esta transformación en repetidores crónicos.

Hay además un factor ligado a todas estas situaciones, que ya mencioné y que retomo ahora: ya no está claro que el estudio sirva para el futuro. Si se vive al día es que ya no hay futuro que permita catectizar el esfuerzo del estudio (Klein,2006). Es cierto, el esfuerzo está vigente aún pero probablemente se ha vuelto incomprensible. Y no sólo para los jóvenes. El tema es el sostén del "porvenir" como construcción social fundamental y las consecuencias que acarrea su destitución (Klein, 2006). Que no son pocas ni mucho menos banales.

Reitero lo ya dicho: creo que un aspecto fundamental de la vulnerabilidad social es que, permítaseme la redundancia, la misma no es sólo social. Es, al mismo tiempo, subjetiva, comunitaria y familiar. De esta manera resalto en determinados jóvenes la poca, nula o deficitaria capacidad de retención que presenta la institución educativa para mantener la categoría subjetiva del "estudiante". Otras formas subjetivas (el repetidor, el interno) parecen ir tomando su lugar. Producto de la anulación del porvenir como forma social propia del neoliberalismo, pero también por otros factores cognitivos, económicos y subjetivos, como la pobreza de los desapuntalamientos y el aburrimiento y el desconcierto como expresión de la anulación de la política de tanteo en la adolescencia (Klein, 2004). Desde aquí, cualquier descripción del adolescente como rebelde o inconformista, desencantado o apático es insuficiente. El joven está furioso o siente que ha decepcionado. Cualquiera de esas opciones da margen a la vulnerabilidad.

Mi posición es que la institución educativa sigue siendo un elemento fundamental dentro de una política de resiliencia y de salud mental. Pero no desde la figura del repetidor-derrotado ni la del confinado-sometido. Del trabajo con adolescentes estoy convencido que es fundamental que los profesores comprendan que antes que educar tienen que establecer un vínculo con sus alumnos, una de las formas en que estos se podrán convertir en "estudiantes".

Para los jóvenes el profesor no es sólo representante de un saber sino un adulto que tiene un vínculo para ofrecer y construir. Esto incluye la necesidad de confrontación generacional. Si la confrontación generacional (Winnicott, 1972) permite el crecimiento y la madurez, creo que la misma es tan imprescindible como la necesidad de aprender. Los motivos no los puedo desarrollar aquí, pero reitero: al profesor se lo necesita primero y antes que nada para hacer confrontación generacional y no sólo para aprender.

La institución educativa mismo a veces parece ser un "ajeno inquietante" para los jóvenes. Para la misma el adolescente está desinteresado de la misma, pero por el contrario, creo que está mas interesado que nunca en ella como lugar distinto de "encuentro" con adultos que puedan ser maduros y les permitan un diálogo que es imprescindible.

Entonces los jóvenes quieren ir muchas veces a la misma no a estudiar sino a permanecer. Sería interesante (no creo que sea un imposible) pensar en una estructura no académica dentro de la institución educativa, donde los adolescentes puedan concurrir manteniendo actividades libres no académicas, sin obligación de asistencia. Un "espacio adolescente" donde más que calificaciones se ofrezca un espacio de contención y recepción sin que éso les implique la exigencia de tener que ser estudiantes. Desde aquí se trata de restaurar un proyecto educacional, revisando —por cierto— estrategias y metodologías educativas que deberían evitar nostalgias que llevan a callejones sin salida y a confusiones que no garantizan nada.


Referencias bibliográficas
1. AULAGNIER, P.: Construir (se) un pasado. Argentina, Revista de APdeBA Vol XIII-Nº 3,1991.
2. BERNARD, M.: Introducción a la lectura de la obra de René Kaës. Argentina, Asociación Argentina de Psicología y Psicoterapia de Grupos, 1991.
3. CASTEL, R.: Las metamorfosis de la cuestión social. Una crónica del salariado. Argentina, Paidós, 1997.
4. GRINBERG, L.: Introducción a las ideas de Bion. Argentina, Paidós, 1986.
KAËS, R. Realidad Psíquica y sufrimiento en las Instituciones. Argentina, Paidós, 1993.
5. KLEIN, A. et al.: Hacia una metapsicología de lo comunitario. Estrategias con grupos adolescentes. Uruguay, Roca Viva, 1997a.
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7. KLEIN, A.: Escritos psicoanalíticos sobre Psicoterapia, Adolescencia y Grupo. Uruguay, Psicolibro-Waslala, 2003.
8. KLEIN, A.: Imágenes del adolescente desde el psicoanálisis y el imaginario social. Condiciones de surgimiento de la adolescencia desde la modernidad y el disciplinamiento adolescentizante desde la pos-modernidad. Uruguay, Psicolibros, 2002.
9. KLEIN, A.: Adolescencia, un puzzle sin modelo para armar. Uruguay, Psicolibro-Waslala, 2004.
10. KLEIN, A.: Adolescentes sin adolescencia: Reflexiones en torno a la construcción de subjetividad adolescente bajo el contexto neoliberal. Uruguay, Psicolibro- Universitario 2006.
11. LEWKOWICZ, I.: Pensar sin estado. La subjetividad en la era de la fluidez. Argentina, Paidós, 2004.
12. WINNICOTT, D.: Realidad y Juego. España, Gedisa, 1972. Dic. 2002.
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SUBJETIVIDAD Y EDUCACIÓN


Lic. Cristina Pastori

El presente trabajo se propone plantear algunas cuestiones en torno al concepto de sujeto, tal como opera en el sistema educativo. Este entramado se construye en los tiempos de modernidad líquida que habitamos.

La institución escuela, como productora de subjetividad, articula los conceptos de sujeto de aprendizaje y sujeto enseñante. Este espacio intersubjetivo se despliega colocando a la inteligencia en el centro de las valoraciones.

Por lo tanto será preciso revisar la relación entre constitución subjetiva, construcción de la inteligencia y la dimensión humanizante de ésta en cuanto dimensión de lo simbólico.

Podemos plantear una dimensión del aprendizaje desde la especie y otra desde el individuo. Para lo primero, Sara Paín nos ayuda a pensar acerca de la cuestión , al plantearnos la equivalencia funcional entre el instinto para el mundo animal y el aprendizaje en el hombre; marca la distancia entre el mundo biológico y el mundo humano. Este aprendizaje es garante de la continuidad de la especie, sustituye la relación organismo /ambiente por la relación cuerpo/cultura.

En una segunda perspectiva, abordar esta cuestión del aprendizaje, lleva a aproximarnos al sujeto cognoscente. Silvia Bleichmar propone dar cuenta de esto a partir de la dificultad para pensar la problemática de la inteligencia desde lo inconciente, en tanto define a la inteligencia por su valor de operatividad en lo real, en las relaciones que establece con el mundo que lo rodea y donde el conocimiento juega el papel central.

Su pregunta se dirige entonces hacia la dimensión humana de la inteligencia. Para ello propone caracterizar lo humano como el producto de la humanización. Entonces la cría humana es tan inteligente en tanto potencialidad humanizante, que debe ser incluida en el interior de la cultura para adquirir las características de la inteligencia humana. Con esto decimos que el nacimiento de un niño no es tal si no hay otro “humano” que ponga en juego las potencialidades humanizantes del cachorro. (De esto tratan los Derechos del Niño)

Revisemos algunas ideas con respecto a la constitución subjetiva.
Desde los comienzos el cachorro humano está atravesada por un otro que lo significa con sus representaciones y anhelos. El ser humano nace en estado de indefensión y para sobrevivir depende del semejante. Desde los inicios, la madre (o quien ejerza la función) no sólo ofrece la leche que calma la necesidad del organismo, sino que aporta significantes junto a los objetos que opacan la tensión de aquellas “zonas” del cuerpo que se erogeneizarán, dejando así las primeras marcas (huellas mnémicas) e inicia con este sostén la estructuración subjetiva.

Castoriadis nos ayuda a comprender este concepto al decir: “cuando el padre y la madre se acercan a la cuna, entra con ellos la cultura”. Una cultura que antecede al niño y que pareciera no dejar momento de adaptación biológica pura.
Los gestos (del cuerpo) de la madre, calor – caricia – acunamiento – mirada – voz (todo cuerpo) permite la inscripción de experiencias placenteras, dirá Winnicott, “permite crear una ilusión”. La concurrencia de tensión endógena que busca la periferia del cuerpo, más el sostén y la satisfacción que da la madre provoca el cuantum de placer que permitirá la emergencia de las zonas erógenas y del Yo – Placer. Este Yo – Placer resulta una nueva representación - cuerpo con absoluta investidura narcisística. Podemos hablar entonces de narcisismo primario.

Pero es necesario que a la “ilusión” de completud, la madre pueda girarla hacia la “desilusión”, como función de corte que permita la emergencia de la libido objetal. Esto se despliega desde la expresión facial; el rostro de la madre da cuenta de la permanencia del sostén, de la empatía que envuelve a la díada y abre la posibilidad de producir lo “extraño” (rostros que no son mi madre).
Por otra parte, la pulsión anal dará una representación – cuerpo donde está el afuera/adentro, atrás/adelante, arriba/abajo. Y a su vez implica un claro dominio que se hace placer retentivo/expulsivo, el juego del fort-da, placer de dominio, presencia/ausencia de objeto. Todo prepara para la palabra – acto, que no pretende aún la función nominativa sino sostener la voluntad contra el deseo del otro, (actividad – pasividad).

Pero, la identificación con su nombre hará que el cuerpo se ligue definitivamente al don de la palabra. Entonces el nombre es cuerpo y el cuerpo es nombre. Comienza el recorrido hacia el Yo Real Definitivo que opaca al Yo – Placer. El cuerpo transita del puro placer hacia la palabra. Cada movimiento, cada gesto, cada postura estará enlazada a palabras.

Aquel organismo inicial (que nunca fue) se hace cuerpo porque los atravesamientos significantes lo hacen Yo.
Desde la mirada (función de espejo) de la madre, a la palabra / ley, voz del padre, se organiza el Inconciente y se consolida la desilusión, el quiebre o fractura de ese estado ideal (narcisismo) permitiendo el surgimiento de su propio deseo, representaciones e inteligencia. Se juega aquí la marca de lo que permitirá apropiarse de los objetos del mundo exterior que brinden la satisfacción, el placer. El conocimiento, como tal, sólo se construirá si el placer es parte de la apropiación. Recordemos que la pulsión de saber conjuga dos pulsiones fundantes, la pulsión escópica y la pulsión de dominio.

Ocupémonos del lugar del otro en estos procesos de constitución del sujeto cognoscente. El primer tiempo la llegada del niño al mundo es desorden y caos biológico. Winnicott menciona tres funciones esenciales de la madre suficientemente buena. Estas se despliegan en las rutinas de crianza que se introducen como un primer orden normativo. Tanto desde el sostenimiento (que evita la sensación de desintegrarse) como la manipulación que aporta significaciones a y desde el propio cuerpo, como la estimulación que aparece como una sucesión de objetos que se ofrecen y se invisten de significación. En todas estas prácticas la madre lleva el mundo de la cultura y con ello las imposiciones a que obliga la cultura.

Estas operaciones dejan en claro que la satisfacción de las necesidades que surgen de lo biológico no deviene en simbolización sino es por la intervención de un otro (madre/padre) que producen un pasaje, de la percepción de la realidad hacia una producción simbólica de la realidad. De esto se tratan las funciones materna y paterna. Pero no sólo se trastoca la percepción en símbolo sino que se llega a la creación de una realidad, cuyo carácter es exclusivamente simbólico. Por lo tanto, la inteligencia humana no pasaría por el reconocimiento de los símbolos, sino por la apropiación de los sistemas simbólicos que producen una realidad no existente fuera de la inteligencia / pensamiento del hombre.

Como dijimos anteriormente, estos procesos psíquicos se inscriben y transcriben constituyendo un Yo que se relacionará con los objetos. Pero al perder estos objetos su valor absoluto autoconservativo, su valor en sí, dejarán siempre una tensión, pulsión irreductible que llevará a ligarse buscando una satisfacción inexistente, porque el objeto que aliviaba la tensión de lo biológico fue trocado en símbolo, afecto. Pareciera aquí que lo humano no funciona como construcción de futuro sino como “evocación de un pasado”.

Ahora bien, si hablamos de sujeto cognoscente, hablamos del Yo y hablamos de la conciencia porque el inconciente es, para la dimensión cognoscente, ausencia de sujeto; el inconciente es sujeto deseante. Por eso la pulsión de saber está en el yo y volcada hacia el exterior.
Como dijimos antes, ese Yo se develará en el “no”. En principio por la interdicción, prohibición, no del que se apropiará el niño para dejar saber su deseo.
El sujeto no aparece por primera vez diciendo “yo quiero”, sino diciendo, “no quiero”. (La oposición del alumno)
Pero ocupemos nuestra atención en la situación de aprendizaje que se juega en la escuela, primer espacio de la exogamia, al decir de Rodulfo.

En la escuela, el docente es, sin duda el otro. Lo que allí se produce, el aprendizaje escolar, nos obliga a hacer referencia tanto al sujeto alumno como al sujeto enseñante, poniendo en juego sus estructuras deseante / cognitiva.
Algunas cuestiones que nos preocupan y que suelen jugarse en la terceridad que debiera representar la situación de aprendizaje, (docente – alumno – objeto de conocimiento) se presentan cuando lo que debiera ser tres, se convierte en una díada donde el alumno es objeto.
Vemos como, frecuentemente, la formación docente centra su diseño curricular en el niño como objeto de conocimiento - maduración , desarrollo, evolución dan cuenta de la dimensión biológica del mismo.

El sujeto de aprendizaje no es sólo lo que es, sino también lo que el docente dice que es. Así como la madre recibe al hijo con una imagen previa a su llegada, el hijo imaginarizado, al decir de Aulagnier, el hijo que su narcisismo reclama; el maestro también se aproxima a su práctica desde esta construcción imaginaria, el alumno ideal, fruto de su propia estructura desiderativa, más todo aquello que las teorías pedagógicas, evolutivas, han anticipado y han constituido como lo conocido, lo que el maestro sabe. Aquí no hay falta, ya se sabe quién es el alumno.

En otras oportunidades la díada se constituye en una simbiosis maestro - alumno (a modo de un vínculo que anula la distancia entre dos cuerpos, dos sujetos diferenciados, la relación se hace especular). En la indagación de las motivaciones por las que se elige la carrera docente, la reiteración de la expresión “ me gustan los chicos”, da cuenta de una relación imaginarizada, anticipada, que no implica el oficio de enseñar, y a veces, hasta el desconocimiento por la función docente.
Esta función supone sostener la ley, (cómo se conoce este objeto, a qué normas estamos sometidos), ser modelo de identificación (sólo si descubre los saberes y los no saberes del maestro, el placer por el conocimiento que detenta el docente, el alumno aprende), ser sujeto de la ley (sometimiento a la ley, actitud democrática, respeto por los otros, responsabilidad con la tarea).
Así entonces, la formación docente se transforma en un espacio donde se ponen en juego aspectos constitutivos de los sujetos alumnos, docentes a advenir.
Desde su oficio, el docente, “otro primordial en el ámbito escolar” aparece en el lugar de las figuras significativas en la constitución del sujeto.

El sujeto docente, en especial en los nuevos escenarios, debiera poner a disposición de los sujetos alumnos, complementando la función materna de estimulación que nos planteaba Winnicott, los objetos de conocimiento que la cultura impone. Esto es posible cuando el maestro puede promover la investidura pulsional de los mismos, investidura que se manifiesta como interés, curiosidad sobre ellos.

No hay nada del lado del niño que explique por qué debe desear dividir por dos cifras, sólo la convicción del valor cultural-social con que el maestro invista el conocimiento de estos objetos, transforma un sin sentido en un sentido. (Antelo, El oficio se trata de enseñar aquello que no tiene que ver con la vida de los chicos, sino con las de otros adultos u otros chicos)

Toda acción del sujeto docente se dirige a un sujeto de aprendizaje. Así las nuevas realidades impongan operar con objetos, cuasi ajenos a la tradición escolar, (comedor), en la medida en que sostengamos que en la escuela se aprende y se aprende “con la inteligencia”, ese espacio del comedor, en la escuela, no está destinado a las NBI sino a la creación y recreación del mundo simbólico del niño. En esto consiste “poner en juego las potencialidades humanizantes de la infancia.”

El proceso de enseñanza no es un acto intuitivo, es una intencionalidad, es una decisión política y es una decisión ética.

Morin nos propone considerar el paradigma de la complejidad, rompiendo con el paradigma de simplificación de las ciencias positivas. Entonces deberemos considerar las diferencias en la diversidad y la incertidumbre que trae aparejado un des-conocimiento, que se sitúa en un contexto determinado y nos coloca como sujetos de esa realidad que pretendemos conocer.
Morin toma de Platón esta sentencia: para enseñar hace falta eros. Eros que no es solo deseo de conocer y de trasmitir o placer por enseñar, sino también amor a lo que se piensa y a lo que se dice. El eros es el generador de la profesión pedagógica, pero el eros es del sujeto humanizado.